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Mostrando entradas de octubre, 2014

Mundiales

Estaba a punto de decir que la música vernácula de cualquier país me resulta completamente indiferente, que se me puede contar entre los casos con padecimiento de amusia, donde el transtorno pasa más por la incapacidad de reconocer melodías, aprenderse nombres y letras, y en definitiva de disfrutar de todo eso, pero justo ahora me viene el recuerdo de mi padre, a quien le gustaba cantar Mi árbol y yo de Alberto Cortez. Yo apenas era un chamaco de ocho o nueve años. Cuando me decido a hacerlo, aún logro verlo joven en su sillón o al pie de su cama, en calzoncillos, ubicando el atril plegable frente a los ojos, ajustando la guitarra sobre la incipiente barriga, rasgando algunos compaces a manera de breve ensayo, y finalmente arrancarse. En el repertorio -que no era muy amplio- nunca faltaban La ni ñ a de Guatemala , El oso carpintero , Deja de llorar, chiquilla y, claro, Mi árbol . Su voz generaba burlas entre los miembros de su familia o entre algún pariente o amigo -arrimado en cual