Sábado por la mañana. Extrañamente me levanto antes de las ocho rabiando de hambre. En el refrigerador pan, queso para untar, salami y tallos de cebolla cambray (lo importante acá son los tallos, no la cebolla: se pican y se colocan sobre el pan, el queso, el jamón...). ¿Salir a desayunar? Nada abierto fuera de cafeterías con confituras y pan dulce. La única que conozoco con alguna clase de desayuno, aunque americano, queda muy lejos. En todas partes la comida comienza hasta las 11 ó 12. De inmediato el recuerdo: las múltiples opciones mañaneras de la patria, desde las carnitas y la barbacoa hasta la cafetería-restaurante de variedad por llamarlo de alguna manera. En suma, que en la República Checa no hay cadenas tipo Vip's, Sanborns, Toks... no. Claro, las grandes cadenas están aquí: Mc'Donalds o KFC (Burger King apenas llegó el año pasado, presencié su llegada). Y es que estos países son tierras aún recien descubiertas por las colosales firmas. Ya hay muchas cosas acá, claro, de todos los sectores, pero hasta apenas hace quince años, un poco más, aquí no habia nada. En Chequia las personas de mi generación no crecieron con Disney, no pidieron frenéticamente su Cajita Feliz, ni tuvieron su espada del Jedi. Acá la diversión la ponían los dibujos animados "comunistas", importados de la madre Rusia.
En fin, regresando a las cadenas tipo Vip's, acá brillan para mí por su ausencia. El desayuno es canónicamente casero; repito: pan, queso, jamón, salami, y a veces un huevo duro. Es todo. La fruta es un lujo. ¿Algo cerca? Acá, quizá no sobre decirlo, no existen los puestos improvisados o ambulantes. No hay fritanga, más allá de las salchichas del centro. ¿Comida Picante? Evidentemente no, nada pica acá, salvo quizá la mostaza y la raíz que a veces puede acompañar al mencionado embutido. !Chale¡ Que no lo creí, a veces sí se pueden extrañar unos chilaquiles o unos huevos rancheros.
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