... Alabado sea Allah, Señor del Universo,
Clemente, Misericordioso,
Soberano absoluto del Día del Juicio,
Sólo a Ti adoramos y sólo de Ti imploramos ayuda.
Guíanos por el sendero recto.
Es el temor el que me hace empuñar el cálamo.
En medio de eras tenebrosas, cuando parece que las placas
tectónicas del siglo buscan un reacomodo, algunos laceran vehementes
los recuentos del pasado con arrepentimientos, dudas y agrias reprensiones.
Este ministro de Allah se suma a las minorías que valoran y honran las acciones
denodadas de nuestros antepasados, sin importar razas y condiciones, que nos
llevaron a realizar el objetivo primario de nuestra fe: extender la Umma al
orbe entero. Sólo de esta forma podemos regocijarnos con los dones que el
Perfecto nos da.
Las circunstancias, lo contingente y falible, es
nuestro único ámbito de acción, los designios son posesión irrestricta de
Allah, sólo Él conoce, tiene las razones y los planes majestuosos. Es un buen
momento para recogerse, orar y volver atrás.
El estudio incansable también busca honrar a Al
Musáwir y venerar sus infinitos frutos sobre la tierra, pero mi finitud me
domina, mi geografía me limita, y exalto mis valles, mis montañas, mis ríos y a mis prójimos.
Tengo para mí que el venerado Islam -que me sea perdonado- hoy sería execrado,
dilapidado, si la toma de Vienniya en el 904 hubiera seguido distintos
derroteros. Después de eso, la expansión por Oruba Media durante la época
siguiente (siglos 10 y 11 هجرة / AH) fue hacedera. Nuestros perplejos
contrincantes no fueron capaces de oponer una fuerza conjunta, afanados como
estaban en rencillas fratricidas, a la verdadera fuerza. El así llamado por los
infieles Sacro Imperio Romano Germánico cayó definitivamente luego de la toma
de su capital, hoy, poderoso estandarte de la santa región. Después, nuestros
ejércitos, liderados por Süleyman Kanuni y luego por sus herederos, penetraron
hasta el Imperio de lo que hoy es nuestra idílica tierra de Frnanza (¡Birriz,
ubérrimo paraíso de Al-Ghanī!). Las tierras vacilantes de Inyiltera
habrían de perdurar infieles y malditas algún tiempo más, hasta el 1350 هجرة /
AH, cuando el perenne Al Gafar las guardó en su regazo. Hisbanian, ¡Oh! ¡Esa
tierra colmada de oprobio! Arrancada de nuestra fe, persevera en la
blasfemia, en gran medida por las bendiciones de que la colmó el
Misericordioso, sin merecerlo, y no contenta con ello se auto-proclama último
bastión de las tierras de los Mesiahej junto a toda la India del Ocaso y sus
riquezas. ¡Quiera Allah que veamos tu final, derramadora de oro, nido de
Shaitán!
¿Qué habría sucedido si Vienniya no hubiera caído
entonces en manos de Süleyman? ¡Enmudece, sacrílego! Tiemblo de miedo
de sólo pensarlo, pero lo cierto es que fue un choque de fuerzas terrible. Los
Mesiahej combatieron con todo el poder que les otorgó su deidad, idolátrica, y
fueron vencidos. No nos pueden imputar el pecado, por entero suyo, de la
intolerancia de espíritu. Quinientos años y su ansia por destruirnos
perdura. Quisieron aniquilarnos por fuera, ahora pretenden desgarrarnos desde
dentro. Viven en nuestras tierras, corrompen a nuestros kadis, nos inundan
los oídos de falsedades, pero nosotros, poseídos por la temperancia, respetamos
sus costumbres y les convidamos de nuestros frutos.
Los tiempos son volubles, el afán conquistador que nos
imputan nuestro enemigos se ha extinguido como el fuego envuelto en un manto de
cristal. Ignoran que no es avidez descarnada, es el cumplimiento terrenal de un
plan divino. Empero, concedo que nuestro pueblo, pueblo de pueblos, no ha
sabido iluminarse enteramente con el resplandor de Al Wahab y emprender la
última conquista, la complacencia de Al Yabar: la del continente infiel. Yo, Khurkhi
Simun, el más humilde de los siervos de Allah, desde la lejana Vraq, en la
provincia de Şiquía tengo muy a la distancia los acontecimientos. No
obstante, me adhiero a la opinión cada vez más generalizada de que esas
lujuriosas tierras, desde Balansiya e Isbiliya hasta el mar entre las dos
Indias, fueron desde el comienzo de los tiempos, son y serán nido de perdición
eterna. Se cuentan relatos fantásticos sobre lo prodigioso de las llanuras y la
riqueza de manantiales al norte de la provincia más septentrional de la India
del Ocaso. Descreo de tales quimeras.
El recuento de los hechos de fe del mundo y su
exaltación buscan apaciguar la oscilación de mis miembros. Temo. Pronto partiré
hacia Tulaytulah, la capital de la proterva Hisbanian, en la delegación que
envía el Califa a los infieles. En su magnanimidad, nuestro señor ha aceptado
las negociaciones, y yo seré el brazo que ejecute sus designios. Para
combatirlos, me instruyo como puedo sobre las costumbres de los idólatras. Se
ha garantizado la inviolabilidad de mi persona, pero ¿cómo pueden valer
nuestras leyes en territorios agrestes y ciegos a la verdad? Perdona, Al Mumin,
por exaltar mi nimiedad. Celebro catorce siglos de nuestra fe. El mundo no ha
podido ir por una senda de mayor iluminación.
amin.
سيمون خورخي
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